domingo, 26 de noviembre de 2017

Jesucristo Rey del Universo. Solemnidad

Hoy celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. El año litúrgico acaba con esta Fiesta en la que la Iglesia recuerda que Cristo es un Rey que no sigue los patrones de este mundo: su trono es la Santa Cruz, su corona es de espinas, su cetro una caña. La Ley Suprema del Reino es la caridad, el amor al prójimo y la entrega desinteresada por Amor a Él. Su poder y su autoridad las propone desde la humildad. Cristo no "vende" el ser cristiano como un camino fácil, pero, en cambio, promete una paga generosa, el ciento por uno y la vida eterna. Aunque nos parezca imposible desde una perspectiva mundana, ante Él toda rodilla se doblará, en el Cielo, en la Tierra y el abismo, y todo el mundo proclamará que Jesucristo es Señor para Gloria de Dios Padre. 


miércoles, 22 de noviembre de 2017

La Voz de los Santos- San Alfonso María de Ligorio

"Tened por cierto el tiempo que empleéis con devoción delante de este divinísimo Sacramento, será el tiempo que más bien os reportará en esta vida y más os consolará en vuestra muerte y en la eternidad. Y sabed que acaso ganaréis más en un cuarto de hora de adoración en la presencia de Jesús Sacramentado que en todos los demás ejercicios espirituales del día”.


miércoles, 15 de noviembre de 2017

La Voz de los Santos- Santo Cura de Ars (II)

El momento de la muerte es un instante, que no siendo de duración muy perceptible, nos es muy poco conocido, y sin embargo, es el que determina nuestro paso hacia la eternidad. Por no pensar en él o por dedicarle una atención tan secundaria o débil ¡cuántas almas están ahora ardiendo en el infierno por haber desechado ese saludable pensamiento.

El demonio pone gran cuidado en hacernos perder tal recuerdo, pues mejor que nosotros sabe cuán saludable sea para librarnos del pecado y conducirnos a Dios. Los santos cuidaban de jamás perder de vista dicho pensamiento para la salvación de sus almas.
El pensamiento de la muerte produce en nosotros tres efectos:  1º. nos induce a desprendernos del mundo; 2º. modera nuestras pasiones; 3º. nos anima a llevar una vida más santa.

El pensamiento de la muerte produce en nosotros piadosas reflexiones: nos pone delante de nuestros ojos toda nuestra vida;  y entonces pensamos que todo aquello que nos regocija según el mundo durante nuestra vida nos hará llorar lágrimas  en la hora de nuestra muerte; nuestros pecados, que nunca deben borrársenos de nuestra memoria, son otras tantas serpientes que nos devoran; el tiempo que perdimos, las gracias que despreciamos: todo ello se nos representará a la hora de nuestra muerte.


Si pensamos a menudo en nuestra muerte, pondremos gran cuidado en conservar la gracia de Dios; si por desdicha perdiésemos esa gracia, nos daremos prisa a recobrarla, perderemos nuestra afición a los bienes y placeres de este mundo, soportaremos las miserias de nuestra vida con espíritu de penitencia y reconoceremos que Nuestro Señor es quien nos las envía para la expiación de nuestros pecados.


miércoles, 8 de noviembre de 2017

La Voz de los Santos- Santo Cura de Ars (I)

No solo a la vista de un cadáver que llevan a enterrar, debemos tener el pensamiento de la muerte para quitarnos la afición a esta vida y los placeres del mundo, y para llevarnos a pensar seriamente en aquel momento terrible, que debe decidir nuestra eternidad: cielo o infierno, dicha y gozos eternos o desdicha y tormentos sin fin.

Vemos en el evangelio cuan necesario nos es el pensamiento de la muerte para desengañarnos de la vida y para aficionarnos solamente a Dios. Jesucristo quiere que nunca perdamos de vista la consideración de la salida de este mundo para la eternidad. La Iglesia siempre atenta para proporcionarnos los medios más adecuados para inducirnos a trabajar por nuestra salvación, nos evoca, tres veces al año, el recuerdo de los muertos que Jesucristo resucitó: la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Nahim y  Lázaro de Betania.

Es cierto que llegará un día en que ya no perteneceremos al mundo de los vivos, y en que nadie pensará en nosotros, como si nunca hubiésemos existido.  Todos iremos algún día al sepulcro, jóvenes o viejos, sanos o enfermos,  tanto la joven mundana que siempre se preocupó por su aspecto, como aquél orgulloso que tan pagado estaba de su talento, de sus riquezas, de su crédito y de su oficio.


Música para orar- Auroros de Santa Cruz - SALVE DE DIFUNTOS